Cada año, en los últimos días de diciembre, me siento delante
del ordenador para escudriñar el mercado en busca de las acciones más rentables
para el próximo año o los que pueden ser los
mejores fondos de inversión del siguiente ejercicio. Como si al pasar la última
hoja del calendario fuera a ocurrir una especie de reinicio del mercado.
Tengo que decirte que a veces (bastantes) he tenido buen ojo
con mi selección de activos, de gestores de fondos o de sectores en los que
invertir. Y todavía me creo que la experiencia y el conocimiento me puede dar en
ocasiones una visión clarividente, para escoger con más acierto que la media, en
qué activos invertir.
Pero no soy rico. Algo gano y no me quejo. No vivo de mis
inversiones (tal vez con más tiempo…). Lo curioso es que me gano la vida con
mis recomendaciones y mi asesoramiento dentro de la industria financiera. Lo
cual no deja de ser algo paradójico.
Es como si fuese el chamán de una tribu que a duras penas
sabe diagnosticarse y tratarse sus propias dolencias, aplicando remedidos a enfermos
para los que no hay curación leyendo las cenizas de una fogata.
La realidad es que nadie
sabe nada sobre la bolsa. Unos menos que otros, eso está claro, pero en el
fondo nadie es capaz de predecir que harán los mercados la semana que viene o
dentro de dos meses y no digamos dentro de un año.
No tienes más que coger una revista especializada de
inversión de hace un año en el mes de diciembre y comprobar como una colección
de refutados analistas e inversores que hicieron dispares predicciones, se
equivocan colectivamente. Y así todos los años. Pero seguimos creyendo que
ellos pueden acertar. Pero ¡si ni ellos mismos se ponen de acuerdo!
Ni con todas sus licenciaturas, todos sus caros másteres en
finanzas en prestigiosas escuelas de negocios privadas, ni todos sus títulos y certificaciones
profesionales juntas, son capaces de decidir en qué invertir con éxito y hacerlo de manera recurrente.
Y si ellos no pueden, imagínate un inversor particular, que
se enfrenta en el mercado a las mentes mas privilegiadas de la inversión y a
todos los demás inversores en su conjunto. Es un juego de perdedores con muy
pocas probabilidades de éxito.
Pero ¿Por qué lo hacemos? Bueno, quizá no deberíamos
menospreciar el poder del marketing de la industria financiera, que sirve a los
intereses de poderosas empresas que dominan el mercado y controlan las redes de
distribución. Su objetivo es ganar todo el dinero posible y no precisamente para
compartirlo contigo como inversor.
El secreto mejor
guardado de la industria financiera de fondos de inversión y sociedades de valores es que tú, eres el medio para
conseguir su objetivo. Que consiste en traspasar euro a euro, todo el dinero que
puedan de tu cuenta a la de la gestora de fondos o sociedad de valores. Primero
cobrándote comisiones y después, más comisiones. Y no hay más.
Pero claro, todo se hace de forma muy sutil. Ponen en el
centro de las conversaciones tus sueños, tus proyectos. Y te hacen creer que
ellos tienen la llave para conseguirlo y que se preocuparan por ti. Pero la única
idea que subyace a todo eso, es que permanezcas invertido pagando jugosas
comisiones todo el tiempo que sea posible.
Por tanto, da igual que la bolsa suba, baje, vaya de lado o gire
en círculos, como decía en una genial interpretación Matthew McConaughey en el arranque de la película del Lobo de Wall
Street. Lo que importan son las comisiones. La industria dice, oye, ojalá vaya
bien la bolsa para que los inversores ganen dinero sobre el papel y crean que
pueden hacerse ricos y sigan en el juego. Pero no dejemos nunca que lo hagan
realidad. Que materialicen el resultado y cojan la pasta para ir realmente a
cumplir sus sueños.
Todo es confuso. Lo entiendo. Puedes pensar, oye, hay gestores que lo hacen bien y han ganado dinero durante un montón de años seguidos. Y que puedan seguir haciéndolo bien durante años y tú con ellos. Pero ¿ha sido habilidad o simplemente suerte?
Porque mira, si metemos a 1.000 personas en una habitación y
les pedimos que lancen una moneda al aire. Si a una de esas 1.000 personas le
salen diez veces seguidas cara, probablemente diríamos ¡vaya suerte! ¿no? Pero
en el mundo de la inversión pensaríamos que tenemos delante a un gestor
estrella y la industria de fondos nos lo vende como tal.
De hecho, ¿sabes cómo
se construyen los fondos superventas en las grandes firmas? Una gestora
crea 20 fondos con estilos de gestión diferentes. Al cabo de unos años, los que
peores resultados están cosechando, los dan de baja, los fusionan con otros fondos
o simplemente les cambian de nombre y la filosofía de inversión. 10 años
después en el catalogo de fondos de la gestora, solo han sobrevivido 3 de esos
20. Pero son los 3 fondos con el historial de rentabilidad más alucinante que
bate al mercado.
Después los comerciales te lo meten por los ojos con publicidad
a todo color, charlas de los gestores explicando las claves de su éxito, como
gestionan, etc. y a lo mejor hasta lo anuncian en televisión.
De ese modo, es como los grandes dominadores de la industria
de fondos de inversión te pueden cobrar un 2,25% de comisión de gestión sin que
digas ni pio. Porque te hacen creer que merece la pena. Y así es como la mayoría
de los inversores particulares poco informados, terminan pagando demasiado por el privilegio de invertir en fondos que rinden
por debajo de sus índices de referencia.
A la mayoría de nosotros nos cuesta ver el impacto del
crecimiento compuesto de los costes y comisiones de las inversiones a largo
plazo. Y eso se acentúa más, cuando a tu lado tienes un asesor financiero no
independiente, que constantemente se le ocurre una idea nueva, una nueva
tendencia de inversión o te descubre un nuevo fondo estrella, a los que ir
dando saltos de un sitio para otro.
De hecho, conozco muchos inversores particulares que valoran
que su asesor le llame para proponerles cambios de un fondo a otro, porque eso les
hace creer que se preocupan por su dinero. Pero, que equivocados están.
Si la gente entendiese mejor cómo funciona la industria de fondos de inversión, no harían tanto
el primo, haciendo ricos a los bancos y a las gestoras.
Diría que sólo el 2% de los gestores de fondos activos, es
capaz por habilidad propia de batir al mercado con el que se compara. Y el 98% restante
únicamente trata de justificar elevadas comisiones con mucha parafernalia.
Cada vez más personas se dan cuenta de que hay que invertir,
pero que la mejor manera de hacerlo es invirtiendo en el mercado de forma
globalmente diversificada. Por eso están creciendo tanto los fondos indexados y
los ETF. Y han surgido tantas gestoras de carteras de fondos que utilizan estas
herramientas en todo el mundo, como Indexa Capital, InbestMe,
Finizens o Finanbest
en el caso de España.
Son servicios de inversión, prestado por nuevos competidores
que cobran entre un 70-80% menos que la media gracias a los fondos
índice de bajo coste y los ETFs. Por eso la industria de fondos y el lobby
bancario odia tanto la inversión pasiva e indexada.
Aun así, yo creo que estamos cerca de un cambio importante en
el modelo de gestión de las grandes redes de distribución de fondos. Quiero
pensar que, dentro de 10 años, los costes y las comisiones tienen necesariamente
que bajar y ser más competitivas en general. Y con un poquito de suerte,
nosotros como consumidores, tendremos mejores productos y herramientas con las
que invertir de las que hay en la actualidad. Mientras tanto, te recomiendo que
eches un ojo a las comisiones que estás pagando en tus fondos y que te pienses
lo de dar el salto a los fondos índice con todo o una parte de tus inversiones.
Yo ya me he desengañado.
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Parafraseando a Warren Buffet: Wallstreet es el único sitio donde una gente que viaja en metro asesoran sobre donde invertir a gente que viaja en Rolls Royce
ResponderEliminarTal cual. Los verdaderos ganadores en este negocio son los dueños de la industria. Esto se resume en:
Eliminar“Érase una vez un visitante de fuera de la ciudad al que se le estaban mostrando las maravillas del distrito financiero de Nueva York. Su guía le señalaba algunos de los más hermosos barcos del puerto. “Mire, aquellos son los yates de los banqueros y brokers”. “¿Dónde están los yates de los clientes?” preguntó el ingenuo visitante”.
‘Where are the customer’s yachts?, de Fred Schwed
Y sigue muy vigente hoy en día.
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