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La relación entre Donald Trump y los casinos de Atlantic City


Estados Unidos está viviendo un momento histórico. A menos de 400 días de la celebración de elecciones presidenciales, la presidenta de la Cámara de Representantes del Congreso, la demócrata Nancy Pelosi, ha anunciado la apertura del proceso de "impeachment" o destitución contra el presidente Donald Trump por sus presuntas coacciones al Gobierno de Ucrania. De esta forma, el multimillonario neoyorquino se ha convertido en el cuarto presidente de la historia de los Estados Unidos (Bill Clinton, Andrew Johnson y Richard Nixon) en afrontar este juicio político. La era Trump puede haber entrado en su ocaso, al igual que su imperio en Atlantic City.

Hijo del empresario estadounidense Frederick Christ Trump y de Anne MacLeod, una inmigrante escocesa, Donald Trump nació y creció en el distrito de Queens, el más extenso de la ciudad de Nueva York. El padre del actual presidente estadounidense fundó una empresa de construcción civil a los 17 años. La empresa comenzó construyendo casas para familias neoyorquinas en Queens. Sin embargo, su padre amasó una enorme cantidad de dinero construyendo viviendas a precios asequibles durante la Segunda Guerra Mundial aprovechando las subvenciones gubernamentales, aunque fue llamado a declarar ante el Congreso de los Estados Unidos en 1954. En el año 1971, Donald Trump se incorporó a la empresa familiar Elizabeth Trump & Son, la cual estaba conformada por 25.000 viviendas y tenía unos ingresos de 50 millones de dólares.

Fred Trump siempre concentró sus negocios inmobiliarios en las zonas periféricas de la Gran Manzana. Sin embargo, Donald se adentró en el rentable y codicioso mercado inmobiliario de Manhattan, lugar donde su padre nunca se había atrevido invertir. Además, también amplió la empresa incluyendo hoteles, casinos, campos de golf, rascacielos e incluso compañías aéreas. El primer proyecto del neoyorquino, en colaboración con la compañía hotelera Hyatt, fue la remodelación del Hotel Commodore, situado en pleno centro de Manhattan. El hotel, que recibió el nombre de Grand Hyatt, y la Torre Trump, un edificio de 58 pisos situado en la famosa Quinta Avenida, catapultaron al actual presidente estadounidense como inversor inmobiliario. Tras quedarse sin más proyectos en Nueva York, decidió dar el salto a Atlantic City, ciudad del estado estadounidense de Nueva Jersey, que estaba reinventándose a través de la legalización del juego. 

Desembarco en Atlantic City


Donald Trump llegó a Atlantic City en la década de los años 80 con la promesa de devolver la grandeza a una ciudad que recibía con los brazos abiertos a todos los constructores. Tras comprar varias propiedades, entre las que se incluían viviendas y hoteles, el neoyorquino apostó por el rentable negocio de los casinos. El 15 de marzo de 1982 recibió su primera licencia por parte de la Comisión de Control de Juego de Nueva Jersey. El primero de sus hoteles casinos en este lugar de vacaciones de verano de los ricos neoyorquinos fue el Trump Plaza. Este proyecto fue iniciado en su origen por un socio del multimillonario empresario Howard Hughes, pero tras arruinarse pasó a manos del actual presidente estadounidense.

Fuente: https://www.theatlantic.com

El Trump Plaza abrió sus puertas en 1984 como una empresa conjunta entre la compañía de Donald Trump y el grupo empresarial Harrah's Hotels and Casinos. El establecimiento de juego se situó entre los siete mejores casinos de la ciudad, por lo que el empresario neoyorquino compró la parte de Harrah’s. Trump también aprovechó oportunidades como la de Conrad Hilton, fundador de Hilton Hotels Corporation, que quería deshacerse de la construcción del Atlantic City Hilton Hotel después de que la Comisión de Control de Juego de Nueva Jersey le negara una licencia de juego debido a presuntos vínculos con el crimen organizado. Este edificio, cuya inversión ascendía a los 325 millones, fue inaugurado en junio de 1985 con el nombre de Trump's Castle, cuya gerencia estaba a cargo de Ivana Trump, primera esposa del neoyorquino.

La obra maestra de Donald Trump 


Sus dos primeros proyectos en Atlantic City se convirtieron en un auténtico éxito. Sin embargo, el Trump Plaza y el Trump's Castle no fueron suficientes para el magnate neoyorquino, que quería un último establecimiento de juego (el número máximo permitido por la ley en manos de un mismo propietario) como culminación a su ambicioso desembarco. Trump convenció a varios inversores para completar las obras de un gigantesco hotel casino, el Taj Mahal, en el caso se hacerse con la propiedad de la construcción. Este proyecto era el más arriesgado de los que había llevado a cabo en la ciudad del estado de Nueva Jersey, ya que los anteriores propietarios habían acabado en quiebra tras embarcarse en una inversión demasiado grande para obtener una rentabilidad en el futuro. Esto supuso un gran reto para el multimillonario. De hecho, prometió que convertiría el casino en “la octava maravilla del mundo”.

Fuente: https://www.casino.org
El casino Trump Taj Mahal de Atlantic City abrió sus puertas un 2 de abril de 1990 tras una inversión de 1.000 millones de dólares y en su ceremonia de inauguración acudió hasta el mismísimo Michael Jackson. En ese momento se convirtió en el casino más grande del mundo, así como el mayor edificio construido en la historia de Nueva Jersey, ya que contaba con 150 metros de alturas, más de 50.000 metros dedicados a exposiciones, un estadio de 24.000 metros cuadrados, un teatro y 1.250 habitaciones. El interior del establecimiento de juego contaba con 3.000 máquinas tragaperras y unas 200 mesas de juego con modalidades como la ruleta o el blackjack.

La construcción del Trump Taj Mahal dejó 1.000 millones de dólares en deudas en la cuenta de Donald Trump. Un año después de la inauguración, el neoyorquino se declaró en bancarrota, aunque con una reestructuración de sus créditos bancarios consiguió retener el hotel casino. Sin embargo, no pudo soportar la crisis económica de 2008, que fue especialmente dura en Atlantic City. Un año más tarde, el actual presidente estadounidense se deshizo de todos sus casinos, aunque recibió importantes cantidades de dinero a cambio. Un negocio redondo para el neoyorquino, ya que sus fracasos en la ciudad del estado de Nueva Jersey recayeron en sus accionistas y otros inversores que apostaron en sus negocios.

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