¿Cuántas veces hemos oído hablar de
los fondos de inversión? Pero, ¿sabemos realmente qué es y cómo funciona un fondo de inversión?. Pues bien, aunque
parezca que se trata de un vocablo patrimonio exclusivo de los parqués donde la
bolsa sube y baja a su antojo, las también llamadas Instituciones de Inversión
Colectiva (IIC) son una realidad muy presente en el sector financiero español.
Si tuviésemos que definir los fondos
de inversión de manera técnica, podríamos considerarlos vehículos de inversión
colectiva en los que diversos individuos con activos disponibles ceden a
profesionales la gestión de los mismos para que éstos produzcan la mayor
rentabilidad posible. No obstante, es preciso puntualizar que no siempre la
manera en que dichos gestores invierten tales activos es la misma. Al
contrario, sus decisiones obedecen a distintas filosofías, que
el potencial inversor ha de conocer a priori.
Cada filosofía de inversión implica
una determinada distribución de los activos en la cartera. En términos
generales, la principal diferencia a la hora de escoger un fondo de inversión
reside en el perfil de riesgo. Así, los fondos de renta variable, que ofrecen a
priori mayor rentabilidad, implican también un mayor riesgo. Al contrario,
optar por fondos de inversión expuestos a un riesgo menor, comporta menores
ganancias y, algunas veces, plazos más dilatados. Por otra parte, más allá del
tipo de interés, habrá que considerar otros factores como el ámbito geográfico.
A este respecto, ha de concretarse si la inversión se realizará en el ámbito de
un país —en general el del propio inversor—, en más de un país o en el conjunto
de la economía global.
Cada fondo de inversión está formado
por una serie de partícipes que realizan determinadas aportaciones al conjunto
del fondo. En función de la cuantía de las mismas, cada inversor tendrá una
participación proporcional en las ganancias o pérdidas que el mismo genere. La
distribución de las participaciones y el número de inversores puede variar a lo
largo de todo el proceso, ya que pueden entrar posteriormente al momento de la
constitución del fondo y abandonarlo cuando lo consideren oportuno. Además, el
número de participaciones, que son las partes alícuotas en las que se divide el
fondo, no es fijo, sino que depende de las transacciones (compras y ventas) que
se realicen de las mismas. En la jerga financiera, la adquisición de
participaciones se conoce como suscripción, mientras que su venta se denomina
reembolso.
Por tanto, el precio de cada
participación fluctúa en base a las variaciones en el patrimonio del fondo, que
oscilará a su vez en base a dichas transacciones y a la rentabilidad que
generen los activos donde se invierte. El valor que el fondo posee en un
determinado momento del tiempo, dividido entre el número de participaciones en
circulación, se conoce como valor liquidativo.
Los activos del fondo están
custodiados por el llamado depositario, esto es, una entidad financiera que a
su vez cobrará una comisión al fondo en concepto de depósito. Por último, es
importante subrayar que todas las sociedades gestoras de fondos que se
comercialicen en España, están obligadas a remitir la información referente a dichos
fondos a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CMNV), que es el
organismo público que regula el sector financiero y bursátil en el conjunto del
mercado español.
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