En un país que nos ha gustado tanto el ladrillo, la venta del FROB de
Catalunya Banc a BBVA, es para el sistema bancario, lo que para una
construcción de un edificio representa la certificación final de obra. El
último trámite de la reconstrucción de nuestro sistema financiero.
Quien iba a decirnos hace unos años que pasaríamos de 45 cajas de ahorro
para quedarse todo concentrado en 15 grupos bancarios. Eso sí, todo sin antiestéticos
derribos. Ni una sola liquidación bancaria en todo el proceso. Todo ha sido reformado
manteniendo la histórica estructura de nuestro modelo bancario, pero cambiando
la estética, a través de integraciones y adjudicaciones.
No obstante, con los cimientos de la nueva
banca ya terminados y el edificio listo, aun queda mucho por hacer. Algunos
inquilinos hasta hace poco habituales de nuestro sistema bancario, se marchan. A
Barclays y Citibank, les ha vencido el miedo de que la casa se les viniera
encima y ya veremos a Banco Espirito Santo.
La nueva banca habita ahora en
un sistema financiero más seguro y más regulado. Pero también hay que mirar la
factura que nos han pasado de todo esto. Mirando el presupuesto que nos hizo el
Estado de semejante arreglo, ha habido sensibles desviaciones, traducidas en deudas
y pérdidas que alguien tendrá que pagar. Esquemas de protección de activos,
junto al resto de ayudas públicas que suman un 10% de nuestro PIB. Un velado
rescate al Estado a través de la banca.
Hipoteca heredada para pagar los excesos de una época ya pasada y que no
debería repetirse. Para ello, se impondrán nuevas normas en la casa de la nueva banca, con la trasposición de la
MiFID II.
Unas normas que tendrán un impacto notable en el asesoramiento
financiero. Estableciendo diferenciación
entre el asesoramiento independiente y dependiente. Así como la obligación de
informar al cliente si trabaja y cobra para el dueño de la casa o se debe a los
honorarios que le pagan las personas que le visitan, con quien tiene
nítidamente alineados los intereses.
El edificio de la nueva banca,
pretende dar la bienvenida al cliente en una estructura clara y transparente,
con arquitectura abierta y donde no pueda perderse en estancias oscuras o su
dinero encerrado en habitaciones sin ventanas de liquidez y sin salidas.
Los dueños de la casa que vigilan nuestro sistema financiero, esperan que
la importante labor de poner en contacto el excedente de ahorro con la
inversión, sea llevada a cabo también por otros inquilinos como las emergentes
EAFIs. Sin embargo, lo que de verdad temen algunos de los ocupantes del sistema
financiero, es que lleguen invitados no deseados pero inevitables, de mano de
la banca digital. Esa que tanto preocupa a Francisco González, presidente de BBVA y
que cada vez que tiene ocasión, no duda en advertir de su llegada.
Entre tanto, al edificio de la nueva
banca, sólo le queda el mero trámite de la tasación final en forma de test
de estrés. Que pondrán a prueba la solidez del sistema bancario, para evaluar
si podrá soportar terremotos financieros de distinta intensidad en el futuro.
Pero la clave estará en las personas que formarán parte de la nueva banca. Se
exige que las personas que accedan al edificio cuenten con alguna certificación
suficiente para garantizar un correcto desempeño y uso de los medios.
Pero no se trata de adornar la fachada y diseñar una arquitectura interior
estética. Se trata de que los máximos estándares de ética y profesionalidad
ocupen cada uno de los rincones y se pongan en práctica. Y entonces sí, bienvenidos la nueva banca.
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