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LA NORMATIVA MIFID y las CERTIFICACIONES EFPA, OPCIÓN U OBLIGACIÓN

Desde la entrada en vigor de la normativa Mifid en España el 1 de noviembre de 2007, han sido muchos los cambios a los que las entidades financieras se han visto obligados a incorporar paulatinamente, a fin de homogeneizar y unificar criterios sobre prestación de servicios financieros en Europa.
Uno de los objetivos claves de esta directiva europea es proteger al inversor. Este aspecto destapa las enormes deficiencias normativas y de regulación que había hasta la fecha en la práctica bancaria en España. En primer lugar esta debilidad normativa nace por la falta de formación y educación financiera de los españoles. Es de envidiar como en otros países europeos cualquier alumno de enseñanza obligatoria cuenta con asignaturas donde aprenden como relacionarse en la vida adulta con las entidades financieras y obtienen una noción básica sobre productos financieros.
Este déficit formativo ha propiciado que las entidades financieras en las recientes épocas de expansión y crecimiento antes de la crisis, hayan preferido incorporar a su plantilla personal  con eso que se vino a llamar “habilidades sociales”, “orientación a cliente” o “don de gentes”. Resumiendo y sin ánimo de ofender, charlatanes para vender y colocar los productos de la campaña de turno. De hecho, este perfil, propició que se colasen en las plantillas mucha gente sin formación específica en economía o finanzas.
Esto plantea en la actualidad un grave problema para las entidades financieras, pues para velar por la protección del inversor y control de la actividad, pretende  implementar paulatinamente además de una serie de protocolos de asesoramiento (test de idoneidad, perfiles inversión, etc) un registro para que el cliente pueda conocer que quien le está asesorando tiene la formación adecuada. La directiva europea quiere que haya unas garantías mínimas para el inversor que frenen las malas prácticas bancarias. Aquí es donde cobra relevancia los certificados EFPA, de asesor financiero europeo y planificador financiero Europeo. Unas acreditaciones que pretenden aunar criterios, conocimientos de los asesores financieros y sobretodo establecer un código profesional y de conducta.
Desde el nacimiento del EFPA en España, que estuvo apadrinado por la CNMV, entidades de primera fila como BBVA y BSCH comenzaron a formar a sus empleados para la obtención de dicho certificado. Por ejemplo en BANIF es obligatorio para todos sus empleados. En la mayoría de entidades estas titulaciones se han incentivado tímidamente, a la espera de que la normativa no imponga esta titulación para ejercer de asesor financiero. Sin embargo todo parece indicar que se busca profesionalizar el sector, lo que obligará a hacer un importante reciclaje de la plantilla o de renovación del mismo. Se calcula que tan sólo un 10% de los empleados de banca tiene esta acreditación. También se ha producido un importante cambio en la empresas de servicios de inversión, donde tan sólo quienes cuenten con la acreditación EAFI podrán ejercer como tal. En España hay unas 30.
En Europa se tiende a una mejora profesional, cualitativa y ética del asesoramiento, por eso los certificados EFPA son un activo que aportan valor añadido a quienes lo poseen y que se revalorizará en los próximos años. Lo pueden obtener quienes posean una titulación universitaria superior o quienes acrediten un mínimo de 2 años como asesor financiero.  Se puede preparar en universidades con estudios de postgrados, a través de escuelas de negocios que preparan para los exámenes o por libre. Una vez obtenido hay que acreditar un mínimo de 30 horas de actualización formativa cada 2 años, para seguir inscritos en el registro de asesores. Cualquier cliente podría buscar a su asesor en el registro, a través de la página http://www.efpa.es/buscador_asociados

Parece de sentido común, pero la norma obligará a las entidades a reclutar o formar personas con capacidad para analizar adecuadamente el perfil de cada cliente y recomendarles el producto que mejor se adapte al cliente. La presión de los objetivos y la mala formación de las plantillas bancarias que ejercen como asesores cuando en realidad son “tenderos de productos financieros” que apenas saben bien cómo funcionan los productos que venden, hace que se cometan graves irregularidades, que en el futuro pueden acarrear graves sanciones.

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