Recientemente se conocía la historia del joven Thomas Page,
un jugador de póquer profesional que decidió empezar en el mundo de las
entidades de capital de riesgo y consiguió su primera entrevista de trabajo
gracias a sus habilidades con el juego de naipes. Tal y como se recogía en el Business Insider, Page suplió su falta de experiencia en
el mundo de la tecnología y la inversión de capital ensalzando sus habilidades
con el póquer en su carta de presentación. Para sorpresa suya, recibió
respuesta de Michael Moritz, multimillonario socio de Sequoia Capital conocida por haber
prestado capital a empresas como Apple, YouTube, Google o Yahoo.
Page no consiguió el trabajo pero el hecho de haber
conseguido un ‘cara a cara’ con Moritz sin tener ninguna experiencia confirma
que el hecho de ser un buen jugador de póquer se valora muy positivamente en el
mundo de la inversión de capital.
Esta anécdota no es un caso aislado. Algunos grandes nombres
de Wall Street están buscando en los últimos años jóvenes que sean capaces de
tomar decisiones de manera rápida, con un alto control emocional y con una gran
habilidad para los números. Características, entre otras, que coinciden con las
cualidades necesarias para ser un buen jugador de póquer.
Los nuevos profesionales del tapete verde, criados en realidad
en un entorno online, están acostumbrados a resolver situaciones en múltiples
mesas a la vez, asimilando información estadística sobre las mismas de manera
muy rápida y haciendo del cálculo de probabilidades su propio A-B-C. Se pasan
horas frente a un ordenador esperando una buena oportunidad para “atacar” y
tienen, por necesidad, la capacidad de poder recuperarse rápidamente cuando las
cosas no salen bien.
Igual que los inversores en Bolsa compran y venden para
obtener beneficios, un jugador de póquer también quiere ganar. La construcción
del denominado bankroll (la cantidad
de la que se dispone para jugar) es una parte fundamental del juego, una
especie de bola de nieve en la que se van invirtiendo beneficios para obtener
más beneficios sin que sea necesario arriesgar el propio capital.
A mediados de la década del 2000 hubo un ejemplo muy conocido
de la gestión del bankroll que se llamó el “10K
Bankroll Challenge”. El informático y jugador profesional Chris Ferguson,
que fue uno de los fundadores y desarrolladores del software de la sala de
póquer online Full Tilt Poker,
se retaba a sí mismo a crear un bankroll de 10.000$ desde cero. A base de
estrategia y disciplina, Ferguson lo consiguió en algo menos de año y medio e incluso
repitió el reto a lo largo de su carrera.
Estas muestras de paciencia y control de los jugadores más
tradicionales junto con la más reciente forma de jugar en internet -haciendo
uso de estadísticas, diferentes partidas a la vez, sesiones largas y con muchos
elementos inesperados, etc.-, han conectado el mundo de las finanzas y el
póquer hasta el punto de que, según un artículo del LA Times, hay compañías que hacen que sus internos lean manuales de
póquer como parte de su formación.
Los intercambios entre estos dos mundos han dejado de ser una
anécdota y se encuentran ejemplos tanto de traders
que dejaron de serlo para convertirse en jugadores de póquer a tiempo completo (el
británico Tony Hakki) como de personas que pueden combinar ambas prácticas.
Este es el caso de Jeremi Wien, trader y
jugador de póquer que este mismo fin de semana era noticia por anunciar que abandonaba JPMorgan Chase, el mayor banco de EE.UU., para unirse a
Och-Ziff Capital Management Group.
Con apenas 30 años, Wien, habitual de las World Series of Poker, ya ha pasado por
Goldman Sachs, Société Generale y PEAK6 Investments; debe ser que comparte
alguna de las cualidades que Thomas Page citaba en su carta de presentación,
cuyo primer punto decía: “Los que han
jugado póquer contra mí saben que soy capaz de tomar buenas decisiones
estratégicas, que soy razonablemente inteligente y, lo más importante, que
trabajo muy duro. Estos rasgos han sido la raíz de mi éxito en el póquer”.
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